La lectura gozosa

Pasó agosto, efectivamente, como un sueño… Volvemos al trabajo, aún prendidos en nuestros ojos los alegres colores del verano (un poco duro, ¿no?). Para sobrellevarlo, buscamos otros  matices en estos días de aromas a estreno. Tiempo para iniciar proyectos, para organizar nuestras agendas y prometernos (una vez más) que habrá momentos para pasear, para conversar, para leer gozosamente… como si estuviésemos en verano. Y reencontrarnos y contarnos qué hemos hecho, adónde hemos ido, qué hemos leído en los días azules del estío.

Ya sabemos, por ejemplo, qué estuvo haciendo Luis García Jambrina un día de agosto. En concreto, el 4. Se encontraba leyendo el pregón inaugural de la XI Feria del Libro de Benavente, (ciudad muy ligada a  su infancia y juventud). Luis nos ha enviado el texto completo, del que extraemos unas deliciosas reflexiones sobre la lectura (sic) libre, gozosa y placentera. Y dice así:

Pocos placeres hay tan intensos como leer en la playa, bajo una sombrilla, con el ruido del mar de fondo. O, a la orilla de un río-el Órbigo, por ejemplo-, bajo un árbol. O en una terraza con un helado o una bebida refrescante. O en la cama, hasta altas horas de la madrugada, cuando por fin refresca y en la calle no se oye ni un alma. O en un parque público, como el de la Mota, sentado en un banco, o en un jardín privado tumbado en una hamaca. Y qué me dicen de ese gran placer de leer, hombro con hombro, una novela erótica o un poema amoroso con tu pareja habitual o, si lo prefieren, con alguien a quien acaban de conocer.

Las vacaciones de verano, por otra parte, son un tiempo propicio para los viajes. Y qué mejor manera de aprovechar las horas de viaje que leyendo un libro. Esas largas y tediosas horas que pasamos dentro de un avión, en un coche, en un autobús o en un tren camino de nuestro lugar de veraneo o, luego, de vuelta a casa. Y no digamos en las salas de espera en las estaciones o en las puertas de embarque de los aeropuertos o en las colas para acceder a algún monumento o espectáculo, donde perdemos tantas horas de nuestra vida, sobre todo, en verano. Qué gran suerte poder coger un libro y desconectar, hasta que alguien nos da un codazo y nos dice que ya nos tocao que hemos llegado. Y tú sin enterarte del viaje ni de la espera.

Hay momentos y ugares que nos invitan a la lectura placentera; pero también hay lecturas que nos invitan a visitar determinados lugares, aquellos en los que se desarrolla la acción de una novela que nos ha seducido o encantado. En tales casos, una novela puede ser el mejor mapa y la mejor guía de viajes, aquélla que nos muestra, sobre todo, aquellas cosas que no salen en los folletos ni en las guías convencionales. Visitar, por ejemplo, Barcelona después de haber leído las novelas de Ruiz Zafón o de Manuel Vázquez Montalbán. O la ciudad de Londres siguiendo los pasos de Sherlock Holmes y su fiel amigo el doctor Watson. O la de Edimburgo, tras haberse empapado de las novelas policías de Iam Ramkin.

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Leer, en definitiva, es otra forma de viajar y de hacer turismo: más rica, más original, más gozosa, más intensa. Y no me refiero solo a esos viajes alrededor del mundo que se hacen con la imaginación, sin moverse del sillón de casa, sino a esos viajes que uno hace incitado por la lectura de algún libro , acompañado, con frecuencia, por ese mismo libro, que nos sirve de referencia.

Algunos guías turísticos de Salamanca me cuentan que hay muchos visitantes que llegan a la ciudad con mi novela, El manuscrito de piedra, bajo el brazo y que preguntan por determinado lugar que se menciona en el libro, o por determinada ruta o por este o aquel personaje.

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Esto explica que, en los últimos años, en algunas ciudades hayan surgido rutas literarias, como la de El hereje en Valladolid, que discurre por los escenarios de la famosa novela de Miguel Delibes, la última que publicó. O la de La sombra del viento, que lo hace por los lugares de la novela de Zafón, leída en todo el mundo, como todos ustedes saben, y que tanto ha contribuido a dar a conocer y universalizar esa ciudad.

Incluso mi novela El manuscrito de piedra tiene ya una llamada Ruta Negra (…)

Los Talleres de Lectura de Peñaranda en la Ruta Negra. Fotografía de Almeida.

(…) el libro y la lectura son, para mucha gente, algo asociado a las vacaciones de verano y, por lo tanto, al disfrute, a la diversión, a la aventura y a los viajes. Se trata, en fin, de ver el libro como algo festivo y placentero y no como algo ligado al estudio o al suplicio. (…)

Un libro, créanme, puede ser nuestro mejor aliado, el más eficaz alcahuete a la hora de seducir a una persona que nos gusta o de la que nos hemos enamorado. Al fin y al cabo, la literatura en sí misma es una nueva forma suprema de seducción por medio de las palabras. De hecho, para un escritor, lo más importante es seducir al lector. Se trata de atraerlo y atraparlo como sea desde la primera línea y no soltarlo, bajo ningún concepto, hasta el final. No dejarle un momento de descanso ni de respiro, hacer que quiera leer más y más. Cautivarlo, embelesarlo con las palabras, con la intriga, con los personajes; hacer que se emocione, que disfrute, que aprenda y que se olvide de todo lo demás. Conseguir, en fin, que por culpa de nuestra novela, llegue tarde a sus citas, descuide sus obligaciones familiares y laborales, evite a sus amigos y sea infiel a su pareja; hacer que, como en el amor, se olvide de comer y tenga que trasnochar; dejarlo exhausto y, al mismo tiempo, con ganas de más; conseguir que no hable de otra cosa que de nuestro libro, que no piense en nada más que en seguir leyéndolo, hasta que la muerte u otro libro nos separe. (…)

Gracias, Luis, por compartir este magnífico texto con nosotros que nos consta que gustó muchísimo en Benavente. Y a ustedes, desearles que este fin de semana encuentren  su trocito de verano entre los párrafos de una muy buena historia.

Un comentario a “La lectura gozosa”

  1. Mª. Antonia dice:

    Los participantes de los Talleres de lectura de Peñaranda saben mucho de la lectura placentera, esa que se hace para disfrutar compartiendo sentimientos, emociones, vivencias. De hecho, Luis, comentarte que además de realizar La Ruta Negra con tu novela El manuscrito de piedra, los lectores peñarandinos viajaron a Valladolid y siguieron La Ruta del hereje para complementar la lectura del libro de Delibes. Cada año, antes del verano y como viaje de fin de curso, un libro nos lleva a un viaje, a una ciudad, a un pueblo, a un paraje. Y es fantástico contemplar lugares, recrear rincones, volver a degustar palabras.
    Un beso de verano