La pintora del trampantojo conocía a la perfección todos los misterios, trucos y técnicas del arte de la pintura. Por eso el relato preferido de esta pintora siempre fue aquel que narra Plinio, en el que un racimo de uvas fue pintado con tanto realismo por Zeuxis que los pájaros acudían para picotear sus granos. Ese era su gran objetivo como pintora, crear una ilusión que fuese tan real como esas uvas. Y por eso sus obras son una muestra magistral del arte del trampantojo, un homenaje a lo que parece ser y no es.
Si entrabas en su estudio, de unos escasos sesenta metros, te parecía estar en un palacio de salas infinitas, pues al observar en sus obras salones, escaleras que nunca acaban, grandes espejos de luna, parecía que esos salones se encontraban realmente ahí, que las escaleras se podían subir y los espejos creaban realmente la ilusión de multiplicar el espacio real.